La filosofía tiene temáticas específicas que no son terreno ni de la ciencia ni de la tecnología. Muchas veces las personas no dedicadas a este oficio suelen confundirse llegando a creer que ciencia y filosofía son lo mismo; pero están equivocadas. Por mucho que se pueda manipular la materia, la naturaleza, el asunto de la filosofía no es indagar sobre esto, sino más bien, hurgar en el indagador, en el ser humano, en aquél que es el gran actor de este drama que es nuestra humanidad. El destino del ser humano no es el del animal. Pero saber exactamente cuál es todavía es un misterio. El autor propone una nueva forma de entender el problema que puede traer insospechadas consecuencias.