En la Jerusalén judía del siglo I, las atribuciones de las mujeres eran distintas a los de los varones en un ejercicio de desigualdad propio de la época y de la cultura a la que pertenecían. La maternidad, las labores de la casa, la primera educación y un sinfín de ejercicios adjudicados que resultaban ineludibles.
Los evangelistas cuentan que fueron unas mujeres las primeras que dieron testimonio de la resurrección de Jesús. En realidad, fueron las primeras en entenderlo. Aquellas que formaban parte del movimiento de Jesús. Las que lideraron las comunidades paulinas. Las mujeres creyentes que se hicieron trabajadoras en la construcción del Reino de los cielos en la tierra. Las mujeres que transmitieron la cultura, la identidad y la fe. Las amigas de Dios.