La crisis anglófona en Camerún es la manifestación del fracaso, o incluso de la ausencia, de una política meditada de unidad e integración. Es más bien el síntoma de una sociedad en la que la política y la gobernanza no se basan en valores. Las ambiciones personales priman claramente sobre el interés general y republicano. La lucha por las causas justas se abandona muy a menudo y muy rápidamente, sacrificada en el altar de la pedantería y el materialismo abyectos. Las convicciones de unos son tan frágiles que se derriten a la menor luz del sol; las de otros son doctrinas absolutas que no tienen por qué sufrir el menor cuestionamiento. El conflicto del Camerún anglófono no es más que el epicentro de una sociedad sumida más que nunca en una crisis multifacética, que compromete la capacidad de los cameruneses para ser un pueblo y definir su propio destino.