El Maharashi no instruía a sus devotos a pensar los problemas, sino a disolver los pensamientos, a liberar la mente de preocupaciones irrelevantes, a ensanchar la individualidad hasta el Infinito. Esa enseñanza, a menudo, consistía en una mera irradiación desde el silencio. Todos cuantos le conocieron coinciden en ello: su sola presencia llenaba a sus visitantes de energía.Pero hubo también una enseñanza oral y escrita, cuya esencia transcribimos en este libro, que puede considerarse como un clásico de la mística hindú y de la mística de todos los tiempos. Contiene además un glosario y un interesante prólogo de Carl G. Jung.