Ya no basta con que los directivos manejen sus empresas con eficiencia, sino que además se espera que sean reales agentes de cambio por lo que buscan la legitimidad social. En medio de esta aparente confusión del empresariado -intentando quedar bien con todos- resulta fundamental definir el rol de la empresa en la sociedad. Así como también establecer ¿quién debe decidir su propósito: gerentes, directorios, administradores de fondos, accionistas, tribunales de justicia, políticos, gobiernos o consumidores? Solo profundizando y enriqueciendo este debate, se podrá rescatar el valor de la empresa como motor esencial para el desarrollo de la sociedad y evitar erosionar, aún más, el frágil y dinámico equilibrio que sostiene al progreso.