La concepción del mundo azteca está marcada por un sentimiento de servidumbre y de cercanía a la muerte, a menudo referido en los Poemas náhuatl. Los hombres han nacido para servir a los dioses, por ello la poesía náhuatl comprende poemas cosmogónicos y ceremoniales, que celebran al Sol, los dioses, el amor, la belleza y el heroísmo; reflexionan sobre el sentido de la vida y proclaman su brevedad.
En dicha lengua la expresión utilizada para referirse a la poesía es «flor y canto» (in xóchitl, in cuícatl), un nombre compuesto que describe varios elementos de la sacralización de la poesía. Este juego de palabras alude a un diálogo interior con uno mismo, con lo divino, el mundo y la comunidad.
La poesía náhuatl era percibida como una fuente de conocimiento y de memoria ancestral. Por medio de ella, se legaba a las generaciones el conocimiento. Junto a esto, se presume que los cuícatl también eran percibidos como de inspiración divina. En ese sentido, se cree que quienes escribían poesía náhuatl no se consideraban solo poetas, sino filósofos.
Los poetas náhuatl más conocidos son:
- Nezahualcóyotl,
- su hijo Nezahualpiltzin,
- los príncipes-sacerdotes Totoquihuatzin,
- Tochihuitzin
- y Tecayehuatzin.La presente selección y traducción de Poemas náhualt fue realizada por Ángel María Garibay.
Ángel María Garibay Kintana (Toluca, 18 de junio de 1892-Ciudad de México, 19 de octubre de 1967).
Fue un sacerdote católico, filólogo e historiador mexicano, y se distinguió por sus estudios de las culturas prehispánicas y por sus compilaciones de los presentes textos náhuatl. Es considerado uno de los más notables eruditos sobre la lengua y la literatura náhuatl, y fue maestro de algunos de los más destacados investigadores mexicanos de dicha cultura. Entre ellos el antropólogo e historiador Miguel León-Portilla
Huérfano a los cinco años, Garibay fue criado por una tía en el pueblo de Santa Fe, cercano a la capital mexicana. En la escuela de esa localidad completó sus estudios elementales, y en 1906 ingresó al Seminario Conciliar de México para comenzar su carrera eclesiástica. Su interés por las culturas antiguas de su país se inició en esos tiempos; aprendió el náhuatl, y comenzó a estudiar documentos del México antiguo. Al mismo tiempo, estudió latín, griego y hebreo, y llegó a dominar también el inglés, el francés y el alemán.
Se ordenó sacerdote en 1917. Su asignación a la parroquia de Xilotepec le sirvió para aprender otomí.
Garibay combinó su carrera religiosa con su trabajo de investigador y su interés por mejorar las condiciones de vida de las comunidades indígenas. Permaneció en Xilotépec hasta 1919, cuando regresó al Seminario donde en 1924 fue profesor de Humanidades y Retórica. Durante este período, fue párroco en varias poblaciones de la región central de México: San Martín de las Pirámides, Huixquilucan, Tenancingo y Otumba.
En 1941 fue nombrado Canónigo Lectoral en la Basílica de Guadalupe. Había publicado ya algunos de sus trabajos, pero es a partir de la década de los cuarenta que comienza la escritura de sus obras más significativas.
En febrero de 1952 fue elegido Miembro Honorario de la Academia Mexicana de la Lengua, y pocos meses más tarde fue promovido a miembro de número. Ese año, en el 400° aniversario de la Universidad Nacional Autónoma de México, recibió el título de Doctor Honoris Causa. Poco tiempo después fue nombrado profesor extraordinario de la Facultad de Filosofía y Letras de esa Universidad y en 1956 ingresó en el Instituto de Investigaciones Históricas; al mismo tiempo que se convertía en director del Seminario de Cultura Náhuatl.