Hace cinco siglos, con el arranque de la dominación española, se inició el intercambio colombino, considerado como una de las transformaciones más revolucionarias que se ha realizado en la naturaleza y que produjo una de las mayores modificaciones en ella, esta vez como resultado de la acción humana. La biota fue transportada por todo el globo por decisión deliberada de los colonizadores y, con ello, se puso fin a la tendencia divergente de la evolución que hasta entonces tenía el planeta. Desde entonces, se crearon varios procesos de trasmisiones ecológicas, en buena parte producto de las necesidades de reproducir las pautas culturales alimenticias de las personas que se desplazaban por las nuevas rutas creadas a partir de 1492. Ninguna de las transferencias de biotas que hasta entonces se había sucedido llegó a los niveles que alcanzó la revolución ecológica que se inició con los viajes de Cristóbal Colón. El control que Europa impuso en estos intercambios le otorgó grandes poderes gracias, entre otras razones, al aumento de la producción de alimentos resultante del incremento de la oferta de especies que comenzaron a explotar en las nuevas fronteras agrícolas. Tan pronto arribaron a las islas del Caribe, los europeos comenzaron a transformar el paisaje con la introducción de la caña de azúcar. Algunas décadas más tarde, una vez iniciada la conquista de tierra firme, grandes extensiones de tierras comenzaron a ser utilizadas para la agricultura y la ganadería.